La ganadería bovina es una importante actividad económica dentro del sector agropecuario y forestal de México debido a que contribuye de manera muy importante a la oferta de productos cárnicos y leche, los cuales en términos del artículo 179 de la Ley de Desarrollo Rural Sustentable se consideran en el grupo de los productos básicos y estratégicos para la población (SAGARPA, 2017).
La ganadería genera una cantidad importante de divisas con la comercialización de ganado en pie, ya que las condiciones ecológicas en casi todas las regiones de México favorecen el desarrollo de esta actividad en unidades productivas con diferentes características técnicas. En 2007, México exportó ganado en pie a los EE. UU. por un valor de 480 millones de dólares, ubicándose en el segundo lugar después de Canadá como proveedor del mercado norteamericano. La exportación mexicana representó 25% del total importado por los EE. UU. Sin embargo, en ese mismo año México importó alrededor de 704 millones de dólares de carne, principalmente de bovino.
Desde el punto de vista productivo, la ganadería de carne incluye una variada gama de sistemas, que van desde los muy tecnificados hasta los de autoconsumo en zonas rurales marginadas y muy marginadas. Esto se traduce también en sistemas que operan con diferentes fines productivos que adquieren diversas formas de inversión, de acumulación de capital, ahorro y capitalización en el caso de los medianos y grandes propietarios, hasta objetivos de subsistencia para los pequeños productores.
En el contexto previo de apoyos insuficientes y deterioro manifiesto durante años de la rentabilidad y competitividad de la ganadería bovina de carne, a principios de mayo de 2013 se instituyó por el gobierno federal el Programa de Estímulos a la Productividad Ganadera (PROGAN), con características multianuales, similar al PROCAMPO y orientado a otorgar apoyos directos a los productores de ganado bovino para carne, en sistema extensivo.
A pesar de sus objetivos, PROGAN se implementó sin considerar las características de los productores a beneficiar, de tal manera que la aplicación de estos recursos pudo no causar el impacto esperado.
La importancia de caracterizar desde el punto de vista económico y productivo a las Unidades de Producción Pecuaria (UPP) surge de la necesidad de contar con pleno conocimiento de las condiciones en las que los beneficiarios del PROGAN ejercen dicho recurso. Aunado a los diagnósticos y evaluaciones externas del ejercicio del programa gubernamental se podrían generar recomendaciones de mejora y diferenciación del apoyo.
Una vez realizada esta caracterización y revisados los resultados más relevantes de las evaluaciones del PROGAN (SAGARPA, 2016), y valorado las perspectivas actuales que enfrenta el subsector ganadero; este trabajo podrá dar pauta a un mayor desarrollo de investigación y diagnóstico, pues al contar con una idea más certera del impacto del programa se podrá caracterizar a los diferentes tipos de productores dependiendo de los objetivos que se busquen. Una tipología de productores con énfasis en variables económicas y productivas considera que dichos sujetos son entes vivos, con dotación de recursos particulares y sistemas de producción específicos. Los resultados de la caracterización permitirán a posteriori comparar la evolución del mismo padrón de ganaderos a través del tiempo.
Aplicado al ámbito económico-agrícola, las investigaciones de estratificación también son reconocidas como tipologías de productores, cuyo objetivo radica en clasificar a las unidades de producción según sus cualidades y que permiten conocer cómo influyen los diferentes factores que inciden en el desarrollo agrícola o pecuario, según el caso.
En una misma región, los agricultores no producen necesariamente en las mismas condiciones económicas y sociales. Para reproducir mejor sus condiciones de existencia y aumentar su nivel de vida, las diversas categorías de productores de una misma zona pueden tener interés, o no, en utilizar las mismas técnicas y practicar, además, sistemas de producción diferentes.
Es un error considerar a los agricultores o productores ganaderos como un conjunto homogéneo al cual se le pueden proponer "paquetes tecnológicos'' uniformes. La realidad es con frecuencia mucho más heterogénea, por lo cual es conveniente la búsqueda y la concepción de soluciones apropiadas a las condiciones de cada una de las categorías de productores. Por tanto, es importante evidenciar los diferentes tipos de agricultores implicados, considerando sus intereses, los medios que poseen, el marco de relaciones sociales en el cual trabajan, sus reacciones frente a las evoluciones tecnológicas. Tal es el papel de la tipología de productores agrícolas en el análisis-diagnóstico de las realidades agrarias.
Un estudio de estratificación de la población del sector rural puede ser un instrumento de planeación, operación, seguimiento y evaluación de los programas gubernamentales, y al mismo tiempo puede permitir focalizar de mejor manera los programas y sus componentes, y con ello incrementar los impactos de los apoyos brindados, mediante el otorgamiento de apoyos diferenciados según las necesidades de cada uno de los estratos de productores.
El diseño de las políticas diferenciales no sólo puede apoyarse en la distinción de los tipos de agricultura, o en este caso de los sistemas ganaderos, sino que se debe profundizar el análisis al interior de cada uno de los grupos conformados dentro de la amplia gama de productores que conforman el sector, teniendo en cuenta que no habría que trabajar con categorías abstractas, sino con operativas, útiles para efectuar ese diseño.